Babel – Parte 2 “Guilty”

11:58

Todos recuperaron el movimiento y volvieron a respirar sin esfuerzo, la luz
roja se había ido pero la tormenta no mostraba clemencia. El chofer fue el
primero en moverse, su primer instinto fue huir mientras los demás apenas
lograban moverse, se acercó a la puerta e intentó patearla para romperla pero
antes de siquiera tocarla la luz roja volvió al instante, no estaban solos, había
al menos 50 personas afuera observando, ansiosos, caras pálidas, ojeras grises
y bocas con un hilo de sangre, el chofer retrocedió, la luz roja se había ido y
aunque ya no podían ver los espectros, sabía que seguían ahí y cuando los rayos
tocaban la tierra lograba ver siluetas en el exterior, no irían a ninguna
parte.

Viejo: Si quieres huir tal vez tú seas el Errante.

Chofer: Tú lo habrías intentado si no fueras tan viejo.

Mesera: ¡Basta!

Viejo: Solo tenemos dos horas para resolver esto, alguien entrará en esa
puerta en cualquier momento.

Viejo: Debemos descubrir quién de nosotros es el Errante.

Chofer: Y supongo que tú sabes cómo hacerlo.

Viejo: Los tres hemos sido encontrados culpables por algo la pregunta es ¿de
qué? Todos hemos hecho cosas poco honorables en algún momento de nuestras
vidas, pero estoy seguro de que todos recordaron solo una en aquel momento-
ninguno decía nada, el chofer y la mesera sabían exactamente porque estaba ahí,
por su parte el Viejo no fue capaz de reconocer que lo había llevado a esa
situación, lo peor ¿sería capaz de reconocer a quien entrase por esa puerta?
Aunque su cuerpo gozaba de una salud bastante envidiable para su edad, su mente
había recibido todo el castigo- Yo no estoy aquí como juez, pero para encontrar
al Errante es necesario pasar por esto.

12:00

La puerta se abrió haciendo sonar la campana, el Chofer corrió hacia la
puerta, maldijo mil veces su instinto de supervivencia, aquella razón que lo
había llevado a una vida tan solitaria y cuyo último amigo había sido
despedazado sin poder hacer nada al respecto, para salir debían acabar con al
menos uno de los tres pero ¿tendrían el valor para hacerlo? No deseaba huir
porque no fuese capaz de hacerlo, sino porque sí lo era. Pero cuando estuvo a
dos metros de la puerta se detuve en seco, una criatura lo esperaba al otro
lado, sin dudar fue a atacarlo lanzándose sobre él con tal salvajismo que logró
tumbarlo al suelo.

El chofer pidió ayuda, el animal está quemado, echando humo, algunos de sus
huesos estaban expuestos, y en su pelaje tenía rastros de haber sido atacada
por criaturas más grandes. El Viejo y la mesera fueron en su ayuda, ésta última
fue la primera en llegar pero en cuanto tocó el lomo de la bestia para
apartarla sintió un ardor en ambas manos y fue en aumento cada vez más al punto
que se vio forzada a soltarlo cuando vio sus manos éstas estaban quemadas. El Viejo
tomó una silla y golpeó a la fiera con ella, el chofer estaba libre, pero
sangraba mucho, pero la bestia no había terminado con él, se reincorporó en
pocos segundos y se dispuso a atacar nuevamente, para entonces alguien más
había entrado.

Espectro: ¡Basta! – Aquel hombre usaba una túnica roja con bordados negros,
las mangas tenían símbolos de lobo, un capucha y por fuera de ésta se asomaba
un hocico con grandes dientes, tenía la cabeza de un lobo, miró fijamente a los
3, se quitó la capucha, era un lobo, una perfecta máscara de lobo que dejó
sobre la mesa, diferencia de todos los que habían entrado por esa puerta no
tenía un rastro de humo ni cicatrices, estaba intacto.

La bestia se detuvo en el acto, había alguien sentado en una de las mesas,
nadie sabía en que momento había entrado, la bestia fue hacia él, mansa como un
cachorro, su dueño acarició su cabeza, luego el animal lamió su mano. Al chofer
la llevó un tiempo reconocerlo, aquel aspecto y esa agresividad lo nublaron,
pero aquel gesto con ese hombre lo delató, bajo todas esas heridas y sangre,
estaba su perro.

El chofer seguía sangrando y con la manga de su casaca rota y expuesta miró
horrorizado a aquel quien alguna vez fue su único amigo, el hombre saludó “Hola
Mario”

Chofer (Mario): ¡Tú!

Espectro: Lo que hiciste fue muy estúpido, considéralo una advertencia. Será
mejor que atiendas esa herida- dice mirando a Mario, luego mira a la mesera a
quien le temblaban las manos debido a las heridas que tenía- y tú también- ella
fue tras la barra, abrió el caño y, por fortuna, si había agua, dejó que se
llenase y sumergió sus manos ahí.

Mesera: Hay un botiquín tras la barra.

Viejo: Yo lo haré- y al encontrarlo dudó sobre a quién debía ayudar primero
pero al ver como la sangre bañaba la mano y tela que la que el chofer intentaba
detener la hemorragia. Cuando llegó con él, se quitó la mitad de la casaca,
había mucha sangre y el Viejo comenzó el tratamiento lo cual hizo lanzar varias
maldiciones al lastimado chofer.

Espectro: Es hora. Cuéntanos a todos ¿cómo fue que llegaste aquí?- Mario
guardó silencio, el Viejo había comenzado a coserle la herida pero sabía que
estaría atento y usaría cualquier detalle en sus gestos y tono de voz en su
contra cuando tuviesen que escoger al Errante.

Mario: Antes de comenzar a viajar, tenía una casa, familia, esposa y una
hija, incluso un buen empleo, trabajé en el Heraldo durante años- incluso en
pueblos tan remotos como ese, la reputación de aquel diario era indiscutible,
sus periodistas ganaban el doble que en cualquier otro; sus editores, el
triple, Mario era uno de ellos, con unos años más hasta podría ser parte del directorio.
Su puesto como editor le permitió llevar una buena vida, no contaba con lujos,
pero sí una buena vida llena de comodidades; sin embargo, cuando lo despidieron
ningún otro diario quiso recibirlo, su jefe se había encargado de que ningún
otro de los grandes lo tomase en serio “Lo que sucede cuando haces enojar a la
gente equivocada” pensó él. Consiguió un empleo en otra ciudad, quedaba a al
menos dos horas en tren de la suya, no trabajaba con un sueldo, le pagaban por
artículo y como cereza del pastel eran firmados por alguien más. Sus ahorros se
hicieron humo en cuestión de meses y cuando el dinero comenzó a escasear, fue
necesario vender su casa y mudarse, había conseguido un pequeño apartamento
para los 3 en un distrito en el que nadie dejaría salir a jugar a sus hijos, él
las había convencido de que era algo temporal, inventó una deuda por cobrar con
la cual podrían salir de ahí en poco tiempo. Un mes después su esposa comenzó a
trabajar a medio tiempo en una cafetería y dos meses después, ella se llevaría
a su hija al trabajo y jamás las volvería a ver, cuando fue a buscarlas al
trabajo de su esposa, otras meseras del lugar le explicaron que se había ido
con otro hombre que iba a verla otras las mañanas, tal vez por eso había
intentado ligar con la mesera, una especie de venganza. Le llevó un tiempo
reponerse, pero debía seguir trabajando, el nivel de su trabajo era menos que
mediocre y eso no tardó en traerle problemas.

Una noche, mientras Mario trabajaba en otro de sus artículos mientras
esperaba una llamada de su contacto, su departamento estaba lleno de cajas sin
abrir y platos sucios, pese a que iba en su tercera taza de café, luchaba por
mantenerse despierto. Por fin el teléfono sonó…

Mario: ¿Diga? – respondió medio dormido.

Jefe: Maldición, Cornejo ¿Cómo va ese artículo? Debías tenerlo listo el
lunes, estamos mitad de semana y has estado trabajando en casa desde entonces,
espero tengas uno grande.

Mario: Un trabajo así no es tan sencillo de escribir, ni tan seguro,
necesito confirmación.

Jefe: No me vengas con eso, fuiste tú quien escogió llegar al fondo de esto.
Todos tenemos una mala recha de vez en cuando, pero la tuya ya se prolongó
demasiado. Tus últimos artículos son lamentables, la competencia disfruta
desmentirte y con cada uno perdemos credibilidad, eso sin mencionar los
auspicios que esto nos ha costado. Por tus años en el Heraldo y la reputación
que ganaste con ellos decidí darte otra oportunidad, pero si este artículo no
es lo que esperamos no te molestes en volver a la oficina.

Mario: Lo siento jefe, sé que ya debería tener algo más concreto, pero
necesito confirmación esta vez, una muy sólida- la verdad era que la
competencia parecía estar involucrada pero no se atrevía a decirlo por temor a
que su teléfono esté intervenido, la verdad era que tenía más evidencia de la
que había revelado, pero no iba a mandarse sin tener confirmación- Fui al lugar
acordado y esperé por más de tres horas, pero…

Jefe: Ya te he dicho que Tony no es de fiar, no es más que un soplón con
malos vicios.

Mario: Tony es muchas cosas, pero jamás traicionaría a un amigo – anoche
había ido a buscarlo a su departamento luego de esperarlo por horas, estaba
abierto y habían registrado el lugar, pero Mario era muy buen observador, supo
que no habían encontrado lo que buscaban y por lo mismo, tampoco a Tony.

Jefe: Escucha, quiero un artículo mañana en mi escritorio a primera hora o
tu carta de renuncia, como sea, ambos serán lo último que redactes para mí- y
colgó.

P: Jo´e puta. Maldición Tony ¿Dónde mierda te metiste? – se fue a dormir,
apagó la luz. Al cabo de un rato se escuchó la máquina de escribir, una sola
tecleada como jugando a imitar un reloj. Mario miró su máquina, estaba cansado
pero el ruido lo alertó y se sentó de golpe, intentó encender la luz pero al
parecer se había quemado el único foco del apartamento; sin embargo fue capaz
de ver que había alguien a los pies de su cama, cuando se pasó para encararlo
ya no había nadie más ahí. Fue por su pistola y entonces escuchó golpear la
puerta con bastante fuerza, se acercó lentamente y cuando pegó el oído a ésta,
vuelven a golpear, por la luz del pasillo es obvio que no había nadie ahí,
tenía miedo. La luz de afuera se apagó en un instante y golpearon otra vez,
ahora había alguien más ahí, Mario abrió y del otro lado hay un joven flaco,
con la ropa sucia con algunas manchas de sangre en su camisa, parece no haber
dormido en días, sujetando una mochila como si su vida dependiera de ello, como
un adicto cuidando su heroína. Mario no había terminado de abrir la puerta, pero
el vago se metió como pudo, para entonces ya lo había reconocido- Tony ¡¿Qué te
ha sucedido?!- dijo mientras dejaba su pistola a un lado.

Tony: La he cagado en grande, la he cagado en grande.

Mario: ¿Qué te ha sucedido?

Tony: Tienes que esconderme, ya no tengo a donde más ir. Él va a
encontrarme, no importa donde vaya.

Mario: ¿Dónde estuviste toda esta semana?

Tony: Maldición, perdí uno de sus paquetes y no tengo el dinero, ahora va a
romperme las piernas- Mario sabía de los malos hábitos de su amigo, pero él lo
había conseguido el empleo que tenía ahora cuando todos le habían dado la
espalda, entonces él tampoco lo haría, sin importar que hubiese hecho.

Mario: Es obvio que no has dormido en días, toma un baño y duerme, mañana
buscaremos como resolver esto- Tony se le quedó mirando sin decir nada,
lentamente Mario hace que deje esa mochila- eso es, tranquilo- la puso a un
lado- aquí estás seguro.

Le llevó un tiempo pero logró hacer dormir a Tony, aunque tuvo que cederle su cama, él descansaría en el sofá. La curiosidad lo invadió ¿qué era eso que
estaba cuidando con tanto afán? Fue a ver y encontró cintas y casetes, pese a haber causado un gran impacto en él, le era muy difícil recordar el nombre los lugares y autores involucrados, de lo que estaba seguro era que Tony había robado evidencia del departamento de policía y se había metido en un lío muy gordo. Mario comenzó a retroceder la cinta lo más que pudo, el tiempo se le hizo eterno y temía que la voz despertase a su amigo, entonces comenzó a escucharlas, la voz no era la suya ¿las habría robado?

Estoy a punto de ingresar a la prisión Wesker para hacer la entrevista al Carnicero -se nombra un nombre y lugar que en su relato el Chofer no logra recordar del todo pero estaba seguro de haber leído al respecto en las noticias hacía muchos años con relación a una masacre, aquel hombre entre sus múltiples crímenes era acusado de matar a su propia hija) Por petición del Alcaide estoy viajando 10 horas en carretera para obtener, lo que se espera, sea su confesión, no sé porque me pidió a mí, pero es mi oportunidad para cerrar este crimen. Me llamon Locke Lorense, soy detective”.

No tardó en ser interrumpido por el teléfono y en como no quería que
despertase a su amigo se apresuró en responder.

Jefe: Mario- sonaba muy alterado…

Mario: Jefe ¿Qué sucede? – no supo porque le seguía llamando de ese modo si
en unas horas lo iba a despedir.

Jefe: Temo que tengo malas noticias, los diarios no tardarán en hablar de
esto pero quería que lo supieses primero… encontraron a tu amigo Tony,
alguien entró a su apartamento y lo golpeó hasta matarlo. Se llevaron algunas
de sus cosas, nada de valor pero…

Mario: Eso no es posible él está- cortó él pero cuando miró su cama, estaba
vacía pero escuchó pasos y un vaso romperse en su cocina, fue a ver, era Tony
seguramente, dejó el teléfono al lado, debía ser Tony, lo vio caminando sobre
los vidrios rotos, había sangre a sus pies pero también en su rostro, le habían
dado una paliza, estaba llorando.

Tony: ¡Ayuda! – suplicó y las cosas en su casa comenzaron a volar, los
platos caían al suelo, los gabinetes lanzaban las cosas que tenían dentro,
algunos objetos parecían apuntar a Mario quien cayó de espaldas de la
impresión, Tony se lanzó hacia él y en ese momento regresó la luz, escuchó las
sirenas de la policía a lo lejos, tomó el poco dinero que había ahorrado, tres
mudas más de ropa y la mochila con los casetes, tal vez la pista de lo ocurrido
con él estaba ahí.

De vuelta a la cafetería

Tony: ¿Es así como lo recuerdas? – se burló él- Eres un maldito enfermo ¡Yo
nunca fui el adicto, eras tú! Por eso tus artículos eran tan malos, por eso yo
salía a buscarte casos ¡Quería mantenerte ocupado para que dejes esa mierda!
Cuando te drogas tienes una segunda personalidad, tú me mataste.

Mario: Eso es imposible, recuerdo donde estuve esa semana en todo momento,
jamás puse un pie a tu departamento.

Espectro: ¿Cómo conseguiste esas cintas entonces?

Mario: Ya dije que tú fuiste a mi casa.

Espectro: ¡Yo ya estaba muerto! – se exaltó su amigo, pero luego recuperó la
compostura- Tampoco recuerdas eso, pero no fui tu primera víctima, fueron tu
esposa a hija.

Mario: ¡Mientes! – estuvo a punto de saltar sobre él, pero su can no tardó
en enseñar los dientes y adelantarse en señal de amenaza, fiero y salvaje otra
vez, entonces el chofer se contuvo pero eso no hizo que dejase a enseñarle los
dientes- ¿Qué motivo tendría yo para hacerlo?

Tony: Ella te dejó por mí, un día que fuiste a buscarme la encontraste a
ella y entonces… la mataste, a ella y a tu hija quien lo había presenciado
todo.

Mario: ¡NO!

Tony: Yo llegué poco después, mi muerte no fue tan rápida como la de ellas.

Mario: ¡No! ¡Mientes! ¡Mientes! ¡Mientes!  

Tony: Tú lo hiciste todo, piensa ¿No recuerdas en qué gastaste todo o por
qué te despidieron en primer lugar? ¿Por qué crees que nadie quería recibirte?
Jeringas, agujas, te gustaban las emociones fuertes – parecía disfrutar la
revelación.

Mario: ¡No soy un adicto!

Viejo: Entonces que son esas marcas en tu brazo- la mordida del animal junto
con su sangre había logrado ocultar bien las marcas de las agujas, pero al
haber limpiado la herida pudo ver las marcas.

Mario: ¡No soy un adicto, lo juro! – parecía decir la verdad, pero todo
apuntaba a que Tony tenía razón y ya sembrada la duda, era el momento de irse,
la puerta se abrió y su can no tardó en seguirle- Es gracioso, es la segunda
perra que prefiere irse conmigo.

Viejo: ¡Espera! ¿Cómo podemos saber cuál de nosotros es el Errante? –
puede que Mario sí fuese un adicto, incluso un asesino y si lo que Tony decía
era real, no dudaba que mereciese la muerte lenta, pero eso no lo hacía un
espectro.

Tony: Curioso que lo preguntes- señaló una mesa donde aquel hombre quemado
había dejado esas tres cartas, por todo lo acontecido las cartas no pasaron por
su mente, entonces dijo- la respuesta está en el tarot. 

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